En Singapur, con el hotel Marina Bay Sands al fondo

En Singapur, con el hotel Marina Bay Sands al fondo

5 meses, 153 días desde que tomé un avión destino Bangkok sin saber cuándo volvería, qué países visitaría y qué me depararía esta aventura.

Es difícil de explicar, pero desde hace tiempo tengo una extraña sensación de paz interior y felicidad que hacía mucho tiempo que no tenía. A veces dudo de si alguna vez lo había experimentado antes.

Es un sentimiento de tranquilidad, en determinados momentos estoy sola y me invade una sensación extraña de bienestar, empiezo a sonreír y me siento la chica más feliz del mundo.

Y curiosamente me sucede en momentos en los que no estoy haciendo nada en especial, mientras voy en autobús, mientras estoy comiendo, estando en la playa mirando el mar, paseando por algún pueblo…

¿Serán estos los síntomas de la felicidad?

Me sorprendo a mi misma sonriendo o incluso algunas veces riendo descaradamente, los que han viajado conmigo pueden atestiguarlo, me parto de risa en los momentos más inesperados… quizás porque recuerdo una situación o simplemente porque me siento estupendamente bien.

Angkor Wat, Camboya. El edificio religioso más grande del mundo.

Angkor Wat, Camboya. El edificio religioso más grande del mundo.

Playa Tanjung Aan. Lombok. Indonesia

Playa Tanjung Aan. Lombok. Indonesia

Ahora siento que mi vida es coherente. Estoy siguiendo a mi corazón, viajando como siempre había querido, libre. Sin planes, sin fechas, sin horarios, sin expectativas. Aprovechando lo que me aporta cada momento, cada lugar y cada persona, sin esperar nada, dejándome sorprender. Y es así como me gusta estar.

Está claro que haciendo caso a mi corazón estoy encontrando esa paz y ese bienestar que en otros momentos de mi vida me era imposible.

Si de algo tuviera que arrepentirme, sería de no haberme ido muchos años antes.

Buceando en las islas Gili. Indonesia.

Buceando en las islas Gili. Indonesia.

Mujeres esperando en la mezquita nacional de Malasia. Kuala Lumpur.

Mujeres esperando en la mezquita nacional de Malasia. Kuala Lumpur.

Toda persona que emprenda un viaje de estas características, en el fondo emprende un viaje consigo mismo, sobre todo si es un viaje en solitario. Estar sola en países lejanos, moviéndome de un lado a otro, teniendo que ‘buscarme la vida’ diariamente para comer, dormir, ir de un lugar a otro, hacerme entender, etc. es una gran manera de conocerse a uno mismo; porque, por supuesto, no siempre todo sale como uno espera, ni todo es tan fácil como uno a veces cree. El viaje se convierte en un reto diario y en la mayoría de las veces, una debe apañárselas solita.

He aprendido a tener paciencia, a no juzgar por primeras impresiones, a improvisar, a aceptar las cosas tal como vienen y no intentar cambiarlas; a disfrutar de lo que me ofrece el día de hoy.

Me he dado cuenta de que haciendo lo que quiero hacer conozco las personas que tanto había buscado en mi vida. Seguro que hay algún soñador encerrado en una oficina de 9 a 5 ansiando abrir sus alas y volar pero está claro que viajando es cuando he conocido a personas que han dejado los miedos atrás y están exprimiendo cada minuto de sus vidas.

Por supuesto este es el tipo de gente que yo quería conocer porque amo viajar así, libre, aunque esto no significa que en mi entorno anterior no haya conocido a personas luchadoras y a las que admiro.

Con Shogo, el japonés más loco y simpático que he conocido. Ninh Binh. Vietnam.

Con Shogo, el japonés más loco y simpático que he conocido. Ninh Binh. Vietnam.

Bañando a un elefante en el Elephant Nature Park. Chiang Mai. Tailandia.

Bañando a un elefante en el Elephant Nature Park. Chiang Mai. Tailandia.

Es curioso como antes de partir, yo era el ‘bicho raro’ en mi círculo de amigos y familiares. Aquí soy una más de las miles de personas que se lanzan a la aventura de su vida y dejan trabajos, casas, vidas rutinarias, parejas y lo que haga falta para cumplir sus sueños. He conocido gente que lleva más de 5 años viajando, gente que lleva todas sus pertenencias en una mochila y es feliz. Familias enteras recorriendo el mundo durante años. Gente que no sabe dónde dormirá mañana ni donde estará el mes que viene y esa incertidumbre es lo que aporta magia a su vida. Y conocer a todas estas personas me ha reafirmado en que no estaba equivocada, cuando, con casi 30 años dejé un trabajo bien pagado, una estabilidad y una vida programada para vivir de otra manera, al menos por un tiempo.

He aprendido y estoy aprendiendo mucho de la gente. Tanto de los nativos como de los viajeros. Al final, lo que hace al viaje especial son las personas que te encuentras en el camino. Es un tópico pero es así. Y es curioso porque aunque mi viaje es en solitario creo que he pasado más tiempo acompañada que sola. Y es que es tan fácil entablar conversaciones cuando uno está ‘fuera’ de su ambiente. Hay gente con la que he compartido unas horas, una cena, una excursión o varios días y aunque quizás a la gran mayoría no les volveré a ver ya forman parte de este viaje.

Otras personas, en cambio, quedarán en mi vida para siempre.

Tam Coc. Vietnam

Tam Coc. Vietnam

Luang Prabang. Laos

Luang Prabang. Laos

Bueno, y basta de reflexiones, que esto no es un blog de psicología, aunque viajar es una terapia buenísima.

Así que, ¿qué he hecho estos 5 meses? Pues no todo es de color de rosa, por supuesto que no.

He visitado 7 países: Tailandia, Camboya, Singapur, Indonesia, Malasia, Vietnam y Laos.

No voy a ponerme a enumerar templos, ciudades y monumentos así que para que os hagáis una idea, estas son algunas de las cosas que me han pasado:

He estado enferma, lo que se dice enferma de estar en cama todo el día, en dos ocasiones, 4 o 5 días cada una. He perdido la mitad de mi pelo, si, por suerte ya le he puesto remedio tomando minerales ya que si no me quedaba calva; he adelgazado unos 4 kilos, ¡bien!!, he cogido infecciones, alergias, me han acribillado los mosquitos, las pulgas, los chinches y todo tipo de insectos en varias ocasiones, he tenido diarrea unas cuantas veces (si, suena fatal, pero hay que contarlo), me he hecho cortes en piernas y pies, he tenido contracturas en la espalda, problemas con los ojos, quemaduras solares, etc.

Por suerte casi todo esto me ocurrió al principio, parece ser que ya estoy curtida o que mi cuerpo se ha acostumbrado al clima, la comida y a mi ritmo actual.

Kuala Lumpur. Malasia

Kuala Lumpur. Malasia

Templo Prambanan. Indonesia

Templo Prambanan. Indonesia

También he vivido un golpe de estado y un terremoto, algún tifón y he pasado mucho pero que mucho calor. Casi que estoy olvidando lo que es el frío.

En ocasiones he pasado miedo, he llorado, me he sentido impotente, insegura, perdida, sola. He pasado hambre en algún momento, pero ha sido más una cuestión de no encontrar algo vegetariano. No es difícil serlo aquí pero si que puede ser complicado en lugares remotos hacerte entender y pedir que no le echen carne o pescado a la comida.

He dormido en camarotes lujosos (una vez, je je) y cien veces en literas, colchones que parecen tablas de madera, en una tienda de campaña, en muchos autobuses, en trenes, e incluso en una moto, si si, me dormí detrás, no conducía yo.

He subido a la cima de volcanes activos, he navegado por ríos que cruzan siete países, he buceado en tres mares distintos, he estado en más de 10 islas, he hecho trekkings por preciosas montañas, he entrado en cuevas gigantescas, he nadado en aguas turquesas.

He vivido el Ramadán en el país con más musulmanes del mundo, he probado todo tipo de comida antes desconocida para mí y ahora deliciosa, he visto templos budistas, mezquitas e iglesias, he viajado en bus, en tren, en barco, en moto, a pie, en tuk tuk, en furgoneta, en bicicleta, en avión y en algo más seguro que también pero no me acuerdo. También he conducido una moto por primera vez.

He visto ciudades milenarias, ciudades coloniales, ciudades caóticas. He visto elefantes, monos, búfalos, cabras, ranas, gallinas, muchas ratas, cerdos, osos, mantas gigantes, peces de colores, tortugas y un sinfín de animales. Y he visto mucha tristeza en sus ojos.

También me he teñido el pelo, me he hecho masajes, me he hecho dos vestidos a medida, he bailado, he salido de fiesta, he olvidado lo que es llevar tacones, vaqueros o maquillaje. En ocasiones pasan días en los que no encuentro un espejo. En Kuala Lumpur entré en un centro comercial donde había un espejo inmenso. Mi cara al verme fue de estupefacción. No os miento si os digo que llevaba semanas sin verme el cuerpo. Para la cara llevo un espejito.

En una parada para descansar en algún lugar entre Kuala Besut y Kuala Lumpur. Malasia.

En una parada para descansar en algún lugar entre Kuala Besut y Kuala Lumpur. Malasia. No, yo no conducía, iba detrás.

Vang Vieng. Laos

Vang Vieng. Laos

Algunos momentos inolvidables:

Ver amanecer en Angkor Wat. Sin palabras.

Descubrir el buda gigantesco de Wat Si Chum después de caminar una hora bajo el sol, valió la pena. Sukhothai, Tailandia.

Bucear entre tortugas en las islas Gili, Indonesia.

Levantarme a la una de la madrugada, caminar durante horas en la oscuridad y llegar casi sin aliento a una maravilla de este planeta, el cráter del volcán Ijen, Indonesia.

Recorrer Malasia en moto con Pol y la semana que pasamos en Georgetown, uno de los lugares favoritos de mi viaje.

Celebrar mi cumpleaños en una de las ciudades más bonitas del sudeste asiático, Luang Prabang. Laos.

Pasar un día entre elefantes rescatados de la explotación. Chiang Mai, Tailandia.

Encontrar la cascada Tiu Kelep en Lombok, Indonesia.

Alquilar una moto para ver más allá de Sapa y llegar a aldeas alejadas, Vietnam.

Pasar 15 minutos sin movernos bajo el agua mientras una raya nos rodeaba en Koh Rong, Camboya.

Los 3 días de sol, fiesta, playa y mucha diversión en Koh Phi Phi, Tailandia.

Los paseos en moto al anochecer por las calles de Phnom Penh, Camboya, con mi amigo Marc.

Entrar a la segunda cueva más grande del mundo con el guía con el peor inglés que he conocido. Un hartón de reir. Phong Nha-Ke Bang. Vietnam.

Cualquier noche paseando por Kuala Lumpur bajo la atenta mirada de Las Petronas. Son mágicas. Malasia.

Feliz en Kuala Lumpur con Las Petronas. Malasia

Feliz en Kuala Lumpur con Las Petronas. Malasia

Durmiendo la siesta en Phnom Penh. Camboya.

Durmiendo la siesta en Phnom Penh. Camboya.

Tatuajes de henna para celebrar el fin del Ramadán. Malasia.

Tatuajes de henna para celebrar el fin del Ramadán. Malasia.

Escribiendo me doy cuenta que cinco meses han dado para mucho, y es cierto. Viajando, la vida se vuelve más intensa, porque cada día es distinto a los demás.

Tengo intención de hacer cada día de este viaje un día especial, y como quiero seguir en ruta buscaré la manera de poder vivir viajando, porque, por si alguien todavía no lo sabe, no soy millonaria, y el dinero, por muy poco que gaste, se va terminando.

A por 5 meses más, y los que hagan falta. La semana próxima dejaré de viajar en solitario, al menos por un tiempo, viajaré de forma distinta así que estoy muy ilusionada.

Y como no se trata de coleccionar países si no experiencias, vuelvo a mi país preferido (por el momento). Indonesia.

Pronto, noticias desde Sumatra.

Parque Nacional de Penang. Malasia

Parque Nacional de Penang. Malasia

¡Llegué al cráter! Volcán Bromo. Indonesia.

¡Llegué al cráter! Volcán Bromo. Indonesia.

Batu caves. Malasia

Batu caves. Malasia

Templo Kek Lok Si. Penang. Malasia.

Templo Kek Lok Si. Penang. Malasia.

Niñas cerca de Ta Phin. Vietnam.

Niñas cerca de Ta Phin. Vietnam.

Bali. Indonesia

Bali. Indonesia

Volcán Ijen. Indonesia

Volcán Ijen. Indonesia

Con el hijab en Yogyakarta. Indonesia.

Con el hijab en Yogyakarta. Indonesia.

Bahía de Halong. Vietnam

Bahía de Halong. Vietnam